sábado, 3 de outubro de 2009

Ramiro Musotto, por Juan trasmonte...



El mais grande del berimbau

El talentoso músico argentino, también productor y compositor, murió ayer en Brasil, a los 45 años, a pocos meses de haber sido diagnosticado de un cáncer de estómago.


Juan Trasmonte
12.09.2009

Tristeza não tem fim.
En los últimos años logró el merecido reconocimiento entre el público argentino, que lo extrañará.

Rondaban los fantasmas de Malvinas en Bahía Blanca. Ramiro Musotto estaba echado en la plaza con sus amigos, mirando las estrellas. Dijo que quería ir a Brasil a estudiar el berimbau de su admirado Naná Vasconcelos. Pero fue mucho más allá. Como dijo Zeca Baleiro, de la Bahía Blanca a la Bahía Negra.

Empezó a investigar la batería electrónica cuando nadie lo había hecho todavía en Brasil y fue uno de los diseñadores de esa percusión bahiana que explotó en las voces y los sudores de Daniela Mercury y Margareth Menezes. Laburando en estudios, en Salvador primero y en Río después, grabó, con y para todo el mundo, unos 200 discos, de Caetano Veloso a Marisa Monte, de Sérgio Mendes a Titãs.

Cuando Diego Frenkel, por ejemplo, fue a Río a grabar percusiones para La Portuaria esperaba llegar al estudio y encontrarse con una docena de negros recién bajados del morro. Se encontró a Ramiro. Él solo era la batucada.

Lo conocí en el bar Picote –que yo llamaba “mi oficina”–, en Río de Janeiro. Me miró desconfiado. Le hacía ruido que otro argento le ofreciera la posibilidad de que Sudaka, su primer CD solista que ya daba vueltas por Brasil y Estados Unidos, fuese editado en la Argentina que se le venía negando. Y al estilo argentino me dijo: “¿Cuánto me vas a cobrar?”. Nos convertimos en hermanos instantáneos.

Fue el empujón para regresar a Salvador y dedicarse de lleno a su propia música. Ramiro encontró completamente enchufado entre bits y cueros el cable invisible e inasible que une los sonidos ancestrales de África y América Latina. Tornó modernos a los indios xavantes y tradicional al octapad, aunque el berimbau, con la piedra en la mano y la calabaza en el vientre, siguió siendo su instrumento madre.

En 2005 formó en Francia la primera orquesta de berimbaus, arrancando sonidos alucinantes con instrumentos en diferentes afinaciones. Así andaba, llevando sus cañas y su Mac de Grenoble al carnaval de Salvador y de la ceremonia de los Panamericanos a la Buenos Aires que había dejado de ser misteriosa y ya tenía una corte de fans que bailaban atrás de su trío.

Lo que no se ve en los discos: vivió con la filosofía Vinicius del arte del encuentro, siempre juntando gente de origen variopinto. Y él, que como buen percusionista siempre andaba con exceso de equipaje, esta vez viajó muy leve. Y muy temprano.

* Matéria do publicada pelo jornal "Crítica de Buenos Aires/Culturas/Edición Impresa".

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